domingo, 4 de octubre de 2015

3 a.m.

Rodeado de mil personas a la vez, intentando abrirse paso por la sudorosa multitud que se mueve para un lado y para otro dependiendo quien sabe de qué, empuja, grita, pega, se queda sin aire… maldita la hora en la que entró a aquel extraño bar.

Se abre paso por entre baile y alcohol, se siente desconcertado y todavía no consigue llegar a la salida, pero, ¿es allí a donde desea llegar? ¿cuál es la diferencia de llegar a casa y quedarse en ese antro embriagándose?


Ninguna, pues Katalina no se encuentra en ninguno de los dos lados y además vive con su papá y su mamá, está condenado a una noche de soledad en la cual sus sueños son su esperanza y su tortura por poder verla.

sábado, 3 de octubre de 2015

El ebrio



Necesitaba alcohol para tomar valor, es un cobarde, un imbécil que no es capaz de decirle lo que siente por miedo a ser rechazado, una, dos, tres, cuatro cervezas en la mesa y son todas de él, se ríe, habla duro, es un maldito ebrio que no sabe ni donde está.

No está sólo, nunca lo estuvo, ella se ha hecho responsable de él al sentir lástima por su deplorable estado de embriaguez, lo lleva de un lado a otro para ver si retoma un poco la conciencia, le da comida y él a duras penas se la puede meter a la boca, da asco.


Caminan juntos hasta la casa de ella, el ebrio ya se puede sostener sólo pero no deja de tambalearse, su objetivo cambió hace mucho tiempo, ya no le quiere decir nada, así lo sienta, ahora solo busca más licor para ahogar su cobardía.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Anhelo

ahora que estoy lejos le entiendo
entiendo su miedo y soledad
ahora que estoy lejos entiendo
qué es la soledad

no se imagina el vacío
hablar con las plantas me hace
pensar que he ido muy lejos en
esta cochina oscuridad

qué quiero acaso para mi?
tan solo a ella conmigo
no quiero nada más
es mi felicidad, es mi vida, mi amar

El tiempo que pase pronto,
el tiempo me deje estar
junto a Laura de la mano,
así siempre juntos caminar

sábado, 29 de junio de 2013

Sobre la felicidad y demás

El cansancio se hace cada vez mayor, las horas de sueño disminuyen y al cuerpo le cuesta responder, la cerveza y los cigarrillos dejaron de influir desde hace un buen tiempo, aún así las pocas tazas de café no permiten conciliar el sueño. Café negro y sin azúcar, así es que es bueno, entonces me pregunto en qué estoy gastando el tiempo, pues no, no se gasta, ni se invierte, ni se pone en X o Y lugar, el tiempo pasa, solo pasa y seguirá pasando así muchos se vayan, algunos más quedaremos en esta porquería a la cual nos negamos a desprendernos, el miedo a irnos nos hace quedarnos.

Andrés Caicedo decía que solamente aquellos que son lo suficientemente felices se van, él se fue, aún hay miles de preguntas sobre su partida, sin embargo carácter no le faltó y felicidad tampoco, de hecho ese día estaba muy feliz. La miserablesa que llevo en mi me impedirán tomar una decisión similar a la de Caicedo y no sé si alegrarme o decepcionarme de mi mismo por ello.

Siento que aún falta mucho, por vivir, por mal vivir, por sentir e inclusive por reír, también queda tiempo para llorar y seguir fracasando, porque son más los fracasos que los triunfos, por eso es que estos últimos nos alegran tanto, o bueno, por lo menos a mi. La pregunta que surge entonces es por la libertad, la emancipación, el ser espíritus libres, pero quien ha logrado serlo? acaso Morrison y Cobain? o no estaba el primero en un letargo total y el segundo consumiéndose? no es coincidencia que hayan tenido el mismo destino, sin embargo se han convertido en lo que no quisieron ser, afortunadamente no tienen como saberlo, afortunadamente los muertos muertos están, menos Jesús, de él dicen que resucitó, sin embargo se volvió a morir. Dicen que nadie se salva de la muerte, en este caso el hijo de dios que no es más que él mism,o fue capaz de morirse dos veces, ha de haber sido muy feliz para querer morirse y remorirse.

Los que seguimos acá y no tenemos la opción de morirnos y remorirnos debemos pensarnolo bien, abstraerse, meterse hasta el sieso en algo, "ver a la gente pasar y pasar" o pasar con la gente, sentarse y esperar la muerte sin saber si falta mucho o si alcanzamos a servir el café. Qué mas da, no hay rumbo, no hay nada, la vida es una mentira, pero hay que creérsela, lo que no hay que hacer es parir, reproducirse, además del problema de superpoblación está el problema de joder futuras existencias. Si Colombia dice ser uno de los países más felices del mundo ojalá los felices fueran quienes están a la cabeza del sistema, pero no, la felicidad se basa en partidos de fútbol y el deportista o personaje de la semana, quizás sea el agotamiento, la hora, el pensar que el camino el largo, lo que no me deja ser feliz, pero claro que me interesa serlo, sin embargo no quiero felicidad ni tranquilidad de telenovela, para eso la gente del espectáculo.

Me gusta ser un infeliz, porque no me conformo con poca cosa como Jesús, que estoy seguro acá quisieran ser como él... infeliz moriré y por eso será sin saber cómo, pero por lo menos me pregunto y me cuestiono y soy consciente de ello, en vez de creer que soy feliz porque Colombia es feliz, el apático no seré yo, pero si alguno de ustedes que se cree tan listo para morir como para no darse cuenta de la diferencia entre vivir, revivir, sobrevivir, malvivir... el miedo entonces me seguirá teniendo por su aliado y no sé cómo será, pero no será como se cree, solo será y seguirá siendo y cuando yo me muera esperaría que fuera de otra forma ¿qué cosa? ah pues de todo, porque ni siquiera estas líneas tienen sentido ni son coherentes.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Vueltas y vueltas


Últimamente odio las 3:30 de la tarde, aunque en noticias vi que ese formato horario ya no se usa sino que debe decirse las 15:30 (mil quinientas treinta como diría Pedro Galindo). A esa hora vi que la materia Teorías del Poder me había quedado en 2,9. Pienso una y otra vez en viajar o no a Ibagué, me decido y lo hago, tomo mis 2 maletas y me monto en un transmilenio  rumbo al terminal del sur.

Es impresionante ver tantos contrastes en solo media hora, la vecina del segundo piso que da la vida por la espuma esa mal hecha que tiene de perro o perra apenas salgo, 10 minutos después pasar por la trece y ver a los habitantes de la calle prendiendo fuego para el calor, empezaba a llover. Pienso en cada una de mis notas, cada porcentaje, cada decima, centésima, milésima y luego plas! recapacito, no es un velocímetro ni nada por el estilo, es la academia, es el logro no cumplido, es la decepción no solo para mi mamá y mi novia que son las personas que más me importan, es la decepción conmigo, la decepción que debe haber sido para el profesor aunque, éste ya debe estar acostumbrado a que l sus estudiantes reprueben sus materias, ya me había pasado una vez en Siglo XIX y pensé que este podía ser el desquite, no lo fue, triste historia la que me acompaña de nuevo al igual que la vista de la calle, es evidente que afuera es horrible, sin embargo dentro de mí siento que es peor.

Recuerdo el inicio del curso, salimos de clase y Múnera nos preguntó: “¿cómo vieron la presentación del curso? Esto es diferente a siglo XIX. Hay que trabajar” y se rió de una manera que lo único que expresaba era la satisfacción de dictar la materia. Hobbes al principio, Spinoza después, no entendía absolutamente nada, los ensayos no supe hacerlos sino hasta el último que entregué. Mal hice en escoger esa porquería de tema pensaba, John Lennon y el Poder… recuerdo haberle dicho al profesor que el tema me apasionaba, de hecho no me importó seguir derecho haciendo los trabajos ni leerme los 3 libros base que utilicé para los mismos, mucho menos me importó escuchar gran parte de la discografía de Lennnon con Yoko tanto con The Beatles, de hecho han sido trabajos que he disfrutado haciendo y que lastimosamente hice mal pero a la mierda: lo disfruté.

Estoy a punto de llegar al portal del sur y veo un par de chicos brillando el marco de sus bicicletas, lo primero que pienso es: par de ratas, alistándose para robar.[1] Hago cuentas una por una, 13% mas 13% y formo el 100% de todos los trabajos entregados, reseñas, ensayos, mal desde el principio pero con un ánimo que me invitaba a seguir la materia, paradójicamente Luhmann me hizo sentir que tenía una oportunidad de pasar la materia, luego de recibir un 2,3 y luego un 2,5 hice cuentas en casa sobre la nota del siguiente ensayo, la siguiente reseña y el parcial oral final, todavía había una oportunidad de pasar, dado mi pasado examen oral con Múnera en el cual me dijo leguleyo aterricé y pensé que no soy bueno para estas pruebas, menos necesitando nota, ya había tenido el final con Novoa y con Diego Hernández y lo había conseguido, sin embargo es diferente tener la presión de querer conseguir una nota y no saber cuál es. Quería un 3,7 en el final, sabía que con eso tenía altas probabilidades de pasar.

Lo olvido todo por un momento, es hora de buscar pasaje para Ibagué, es viernes y son casi las 5, maldita hora pico, maldito tráfico bogotano, maldito terminal que siempre tiene fila. Afortunadamente conseguí pasaje rápido y mientras la kia[2] daba la vuelta miré el cementerio, recordé que 3 días antes había tenido aquel examen oral y en la noche me pasaron una canción que desde ese día he tenido en la cabeza y me recuerda la impotencia y la decepción, la decepción para conmigo mismo que no dejo de tener pero que me anima y me desanima “Let the wires Ring” de Will Oldham.[3] Que alegre es la música triste, Jim Morrison decía que el dolor es lo que nos hace sentir vivos. Maldita sea, sigo pensando en música, Morrison, ¿acaso Lennon me ayudó? ¿Por qué habría de hacerlo? mal del hombre es quitarse sus responsabilidades y querérselas dar a los demás, ya sea que estén vivos, muertos o no existan.

Estoy llegando al segundo peaje y la situación no cambia, nota por nota, trabajo por trabajo y luego pienso: sigo con el sin sabor del examen oral, a veces es mejor mentir, quizás si no hubiera demostrado mi miedo en el parcial, mi necesidad, quizás si hubiera dicho que duermo bien, quizás, quizás, quizás, quizás nada, ya lo hice y fue evidente mi decepción a la hora de escuchar la nota, aquella chica que patinó en la segunda pregunta 4,7 creo, Carlo 3,5 y yo 3,2. En ese momento sabía que el posible 3,1 o 3 se había ido a la mierda, pero cuando pregunta el profesor “¿escuchó su nota?” –sí señor. Salí casi inmediatamente de la Universidad a hacer cuentas con Carlo y él sabía que la había perdido, yo guardaba hasta el martes un pedacito de esperanza, luego de desayunar una cerveza pensé de nuevo (como lo hice en el peaje de Chinauta o Silvania lo que sea) en mis respuestas, pensé que no habían estado mal, creí que iba a sacar más que Carlo y él creyó lo mismo, hasta pensamos que las notas estaban trocadas.

Me quedé dormido casi hasta llegar a mi destino y no fue sino hasta entonces que volví a pensar en ese 2,9. 2,3+2,5+3,4/3=2,7 esa fue la forma de sacar mi última nota y la nota en sí, lastimosamente iba en acenso, tanto en las reseñas como en los ensayos, de 2,3 a 2,5 bueno, algo, algo, un poquito más de elaboración, en algo mejoré y así iba, quizás una mala palabra, un concepto mal utilizado, no soy amigo de las teorías y es paradójico en las de la Administración Pública donde no aprendí todo lo que aprendí en Poder, sin el 30% tenga la misma nota. Ambiguas son las matemáticas en medio de su exactitud, 0.54 en ese 13% final, con 0,55 tendría un 3, pero así como hago esa cuenta a mi favor podrían hacerse las cuentas al revés, 3,5=1,1. No quise matarme la cabeza y pensar en mi probable 2,94 o 2, lo que sea que de menos que no quiero y me niego a pensar, 2 es 2 y es insuficiencia en un sistema de calificación numérico. Sin embargo no sé qué quiero, no sé por qué escribo, no sé si quiero o no lograr o alcanzar algo con esto, quizás (de nuevo el quizás) es una forma de expresar mi inconformidad frente a algo y mi impotencia a la vez.

Hay algo que no logro entender y es que no sé si siento felicidad o no de ver Teorías del Poder de nuevo, desde la primera semana comenté con una compañera: parcera a mi no me disgustaría ver la materia de nuevo, está una chimba (existe la posibilidad de ir como asistente y aunque ella canceló, decidí demostrarme que sí podía pasarla). La incertidumbre ante esa posibilidad es una sensación rara, esto aunado a la impotencia de hacer que el tiempo pase más rápido para acabar el siguiente semestre y el que viene. En la últimas clase a la que asistí tomé apuntes sobre Foucault y uno de ellos decía:
Ambivalencia del sujeto:
-encuentro de subjetividad, el que sujeta.
-aquel sujetado y producido por las relaciones de Poder.
-sometido a su propia identidad.
*Emanciparse de la propia identidad es lo más hijueputa!

Desde que se explicó eso en clase ¡ah mierda! Nunca antes unos apuntes me habían dado tantas vueltas en la cabeza, qué han hecho y he hecho de mí, no sé ni siquiera qué quiero en estos momentos, no sé qué quise en el bus, en el parcial, en el semestre, la vida es una contingencia. “whit all this fever in my mind… oh where do my bluebird fly”


[1] Luego de que me hayan robado 2 veces en bicicleta y personas tan similares me he negado al análisis, me dan miedo y por eso desprecio a quienes usan saco grandote, bicicleta cross generalmente cromada y una cachucha o “vasca tres pisos”.
[2] Solo había de estos buses para Ibagué, $5000 más caro que la van pero iba cómodo y llegaría rápido.

lunes, 5 de noviembre de 2012

No solo se trata de vivir


La última vez que miré el reloj eran las 3:30, salí de mi casa y me devolví para sacar la basura, una bolsa negra inmensa llena de papeles, cartón, botellas y dentro otra más pequeña con los restos de la cocina: cáscaras, restos de comida y demás orgánicos, además de la mierda del baño, sí, es cierto, daño el reciclaje de mi hermana.

Una vez afuera echo a andar pensando en lo que necesito comprar: huevos, limón, pastas para la gripa y pan. Cuando tomé camino hacia la tienda me olvidé de todo, miré hacia el cielo y estaba nublado, oscuro, como si fuera a llover. No tengo necesidad de ver si vienen carros a la hora de pasar la calle, solo se escucha una moto a lo lejos, así que paso con las manos en los bolsillos y mirando hacia abajo.  Las calles de este barrio le rinden tributo al nombre del mismo: La Soledad. Camino despacio, nadie me espera, estoy como el barrio, como sus calles.

Ya llevo tres cuadras caminando y vuelvo a levantar la mirada al cielo, pareciera que he caminado dos horas, el sol debería estar en algún lado, detrás de mí para ser exacto pero no, habrán pasado quince minutos desde que salí de mi casa. Entonces recuerdo mi niñez, las tardes en casa de las hermanas de mi mamá, esperando el chocolate que haría alguna de ellas mientras yo estaba con jugando con sus hijos y mi hermana, pero hay una diferencia, el cielo era mucho más claro, así fueran las 5:30 de la tarde jamás se vería tan oscuro como ahora, es triste, melancólico, aburrido, nada tiene el cielo bogotano, sé que más tarde cuando anochezca, ni luna ni estrellas se habrán en el mismo, es algo que poco se ve por acá.

Sigo avanzando pero miro al frente, no quiero caerme por andar mirando ese cielo oscuro.  Ahora veo la montaña, “los cerros” como le llaman acá, no ayudan de mucho, la montaña se ve cada vez más muerta pero me sirve para entender esta ciudad y sus habitantes, que me perdonen los bogotanos y bogotanas (debo ser incluyente, después me dicen sexista) que me conocen si les llego a ofender, no busco generalizar pero hasta ellos y ellas entenderán que acá cada vez se vive menos.

Llevo cuatro o cinco años en esta ciudad, esta puta ciudad como dice aquella canción de Fito Páez, no importa con exactitud cuánto tiempo sea, entre más peor y por eso me niego a hacer las cuentas. No me gusta sentir que muero cada día y mucho menos pensar en el tiempo que me queda, aunque es eso en verdad lo que me está matando.

Doblo a la izquierda y ya no voy a comprar nada, solo quiero  un café, quizás dos. Olvidarme de todo lo que he venido pensando pero ¿qué haría? ¿Acaso seguir recordando el otro cielo? Ese cielo de mi niñez, ese cielo de hace 4 o 5 años, azul claro con nubes blancas y de colores, con la luna brillando cada noche rodeada de estrellas. En aquel cielo, o mejor dicho, debajo de él está todo lo que quiero. Mirar a la montaña y sentir su aire cálido me reconfortan, la montaña de allá, no estos cerros. La tranquilidad y comodidad me hacen querer volver, lo haré, cada día falta menos.

Me siento en una cafetería y pido mi anhelado café (tinto como dicen acá), pienso en Laura, mi soledad y desolación se van por un momento al pensar que cuando vuelva estaremos juntos, sé que ella también lo quiere así. Imagino como envejecemos y río sólo en una mesa, la gente me mira pero no importa. Sigo soñando, soy feliz hasta que me dicen que debo 1700 pesos “del tinto”, me enojo, quería otro pero me han echado del lugar, pago con un billete de dos mil y salgo de nuevo a la calle a caminar, a recordar, a pensar a dejar de vivir hasta que regrese con ella.

viernes, 2 de noviembre de 2012

El Gato y yo


Es ese gato de nuevo,
el desgraciado se sube al tejado
y no para de hacer ruidos,
habrá que echarle agua, ponerle
una trampa para que se vaya.
Qué hará allá arriba?
acaso se pondrá cita con una gata?
no, siempre está solo
me pregunto qué busca cada noche,
es molesto saber que está ahí.
Mañana veré que quiere,
quizás sea hora de conversar con él,
está gordo: no busca comida,
tiene su hogar en la casa de al lado,
por qué sube a mi tejado?
Lo mataré, es lo único que queda,
necesito dormir,  no me deja,
maúlla todas las noches sin cesar,
unas noches más que otras pero siempre,
siempre se le oye por las noches.
A veces pienso que está enamorado,
quizás se crea novio de la luna,
pensándolo mejor, no soy quien para matarle:
todas las noches pienso en ella y
hago una oración por ella.
El maldito gato y yo  hacemos lo mismo,
querría el matarme? No!
le invitaré acá abajo y me excusaré
está enamorado como yo,
será mejor conversar y llegar a un acuerdo.
Al igual que el gato mi amor está lejos,
solo hay una forma de hablarle,
me treparé al tejado junto a él y gritaré
cada noche bajo la luna mientras él maúlla:
te amo Viktoria, te amo!