miércoles, 1 de diciembre de 2010

GÉNESIS DE UN ATEO

La muerte es el consuelo y lo que hace vivir;
es el fin de la vida, la única esperanza,
que como un elixir embriaga y anima
y nos infunde fuerzas para pasar la noche.
Charles Baudelaire

Recuerdo que llevaba un pantalón oscuro,  una camisa blanca y los zapatos negros con la punta gris debido a que estaban gastados. La mayoría de los que se encontraban en aquel lugar, un salón  grande para capacidad de una 30 personas, se veían aburridos, algunos habían llorado y los más habladores empezaban a entablar conversaciones entre sí. Yo, que no me encontraba triste ni aburrido, opté por guardar silencio y poner cuidado a la conferencia ya que nunca he sido de aquellos charlatanes… la jornada iba de 1 de la tarde hasta las 5 y media aproximadamente, al igual que el año anterior. (Sería bueno, que para que lograra el efecto de atrapar al lector, el inicio del cuento fuera mas envolvente).
Con algunos de los del sitio ya me conocía, recuerdo que en el break nos sentamos con Luis Carlos, Juan David, Laura y una chica que se llamaba Thalía, igual que la cantante, a discutir sobre la conferencia sin encontrarle mucho sentido y con ganas de ir a casa, cosa que no podíamos hacer todavía. A ellos los había visto meses atrás en el mismo sitio y aunque no fueran de mi mayor agrado no pensaba en estar en el grupo de los charlatanes ni me iba a quedar sólo en una esquina viendo a la gente pasar, hubiera sido incomodo para mí. 
Nos habían dado una escarapela con el nombre de cada uno y había que llevarla todos los días durante una semana, así recordaríamos cómo se llamaba cada uno, aparte de eso, no tenían mayor utilidad. Una vez terminó la sesión del lunes me fui para mi casa cansado y con ganas de llegar a comer y dormir pero nunca sucedía así. 
Vivía en un cuarto piso con mi hermana mayor, mi mamá y algunas veces mi papá, y digo algunas veces porque casi nunca lo veía y tampoco le decía papá, prefería decirle Pá o Gabriel, él siempre estaba de viaje o en casa de sus hermanas a las cuales me hacía decirle “tías” para no tener problemas, se puede decir que cuando lo veía estaba bravo, borracho o durmiendo, llegué a odiarlo. Ahora que no lo veo tanto como antes me cae mejor, pero en ese tiempo… 
De mi mamá no tengo mucho que decir, leía y escribía mucho, no como ahora, casi no hablábamos; y mi hermana es mayor que yo, no me la llevaba bien con ella, se burlaba de mí, pero me enseño de literatura y música; cosas como odiar a García Márquez y el preguntarme por la existencia de dios son culpa de ella. Esa era mi familia, aquel cuarto piso estaba lleno de alcohol, letras y preguntas.
Esa noche me acosté a dormir pensando lo que pasaría al otro día, en cómo iba a ser la siguiente conferencia, si iría alguien diferente o si pasaría algo interesante. No sucedió, y al igual que el día anterior resulté con las mismas personas divagando. Recordé una conversación que tuve con mi hermana acerca de: si dios creo el mundo: qué o quien creo a dios? la complejidad del asunto nos hizo consultar a mi mamá y a Gabriel, mala elección, pues terminaron por decir que ahí está el misterio de la fe, cuan cura o pastor!!! Mis compañeros de tertulia no se interesaron al respecto y no tuve con quien más consultarlo. 
Esa tarde, en vez de ir al apartamento fui a casa de las “tías”, odiaba estar allá, pero había sido  decisión de Gabriel ir por lo cual tuve que hacerlo, mi hermana y mi mamá no fueron, ellas se quedaron en el apartamento no sé haciendo qué pues nunca me interesé en saberlo. Cuando llegué con Gabriel al apartamento lo primero que hice fue saludar a mi mamá, retomé la conversación con mi hermana y me dijo en tono burlesco que la única forma de saber eso sería preguntárselo a dios. La verdad me quedó sonando la idea pero no sabía cómo hacerlo. Dios era algo que respetaba mucho y en la iglesia el padre decía que: “el buen cristiano debía tener miedo de dios y no procurar estar a su nivel”, aquella noche casi no dormí pensando qué debía hacer, se trataba de enfrentar a todo lo que había creído hasta ese momento, por contestar aquella pregunta, dirán algunos creyentes que soy un irrespetuoso, pero yo sólo quería charlar un rato con dios y estaba resuelto a hacerlo. 
Al otro día me levanté decidido a cumplir mi objetivo, lo iba a llevar a cabo durante la conferencia, por lo cual dejé que la mañana transcurriera normal, esperé la hora del almuerzo para irme, no sin antes ponerme la escarapela con mi nombre. Antes de ir me despedí de mamá y de mi hermana ya que Gabriel me acompañaba hasta la entrada del sitio, ahí me despedí de él y entré animado al salón. Se tornaba aburrido, no puse mucho cuidado y pensaba en cómo llevar a cabo mi plan mientras enrollaba la escarapela una y otra vez sobre mis dedos, entonces me vino una idea a la cabeza. Me paré de la silla intentando ser lo más cauteloso posible y me arrodillé delante de un espejo que había en el lugar, empecé a girar y girar la escarapela hasta que empezó a apretarme el cuello, seguí enrollando con el firme propósito de quitarme la vida, nadie se percataba de lo que pasaba al lado izquierdo del salón, nada me impedía seguir enrollando y en el espejo se veía mi rostro cambiando de color, de pálido a morado, todo iba bien hasta que alguien abrió la puerta y me vio frente al espejo. 
No sé cuanto faltaría para terminar mi tarea pero aquella persona, que era una señora de unos 42 años se abalanzó sobre mi preguntándome que me pasaba que tenía, yo sólo dije:- No pasa nada- y a la vez ella daba vuelta a la escarapela al otro lado de donde yo solía hacerlo, frustró mi plan mientras el resto del salón se daba cuenta y la profesora asustada venía a prestarme ayuda. Con unas tijeras cortó la escarapela y me dio un vaso de agua que todavía no me explico de donde salió, quizás era de ella. Las 2 señoras me sacaron del sitio y me preguntaron qué hacía, por qué, si me sentía bien, yo… no respondía nada, me limitaba a tomar agua. Cuando pronuncié palabra de nuevo dije que quería irme a mi casa, llamaron a mi mamá y me recogió, le dijeron que me estaba ahorcando en una esquina con una escarapela, se preocupó y habló con Gabriel el cual sólo supo discutir y alegó que yo era un consentido, mi hermana se dio cuenta de ello pero no decía nada, prefería quedarse callada aunque sabía el por qué de mi acto, se me acercó y me dijo que casi lo logro!!! Ajajá casi lo logro, ¿en que pensaba? Estuve a punto de morir asfixiado por mi mismo por querer hablar con dios, maldito sea.
Fui al psicólogo y salí bien librado de esa, por lo menos no me declararon loco y pude retomar mis actividades normalmente, más aquellas “tías” no dejaban de reprochar a mi mamá y a Gabriel el hecho de que hubiera querido acabar con mi vida, si debían reprochar algo era el hecho de haberme concebido ya que como dice Fernando Vallejo: “nadie tiene el derecho de imponerle a otro la existencia: la carga de la vida. Cuando un hombre y una mujer copulan para producir un hijo están cometiendo el crimen máximo”, quizás piense usted diferente. Ahora 15 años después de ese hecho no agradezco a la profesora por detenerme ya que si me hubiera matado no estaría en esta porquería de mundo, pero bueno me tocó vivirlo… lo único bueno fue que no me maté por intentar hablar con dios, porque ese no existe y hubiera sido una muerte pendeja.
Eso fue un miércoles, llevaba la misma camisa, zapatos y pantalón del lunes, ese era mi uniforme, eso sucedió cuando yo estaba en el colegio, o no sé como se le llame a eso: en mi tiempo se le conocía como Jardín B, la semana de inducción era obligatoria al igual que la escarapela. Idiota fui y vuelvo a maldecir a dios que aunque no existe es el responsable de la pregunta que con mi hermana nos habíamos formulado.
Ahora a mis 20 años, sé que si me hubiera muerto no hubiese hablado con dios, sino que estaría en la nada, o sea no estaría. Tal vez usted no me crea pero esto pasó, aproximadamente en febrero de 1995. Tenga usted un buen día lleno de preguntas, pero no una escarapela a mano. 

domingo, 31 de octubre de 2010

El Hombre que llora.

Sólo, acompañado del frío de la media noche,
este solitario hombre está al borde de la locura,
mas es lo suficientemente idiota para intentar algo
y por ello mismo, se encuentra así.
Aunque dice ser el mayor de los libertinos y
liberales de los suyos: no es más que un vil ateo
que sigue los valores de la sucia cristiandad
oh Señor! Salva a este infeliz, líbranos de él.

Su ineptitud es causa de soledad,
el miedo al rechazo provoca el mismo.
Se esconde en sus libros y de ellos saca sus
anécdotas, que a veces son solo
creaciones de Cortázar o Baudelaire.
Y aquella, a quien había visto en el sol de invierno:
prefirió a su hermano, con quien burlado
una vez más, se reunían a almorzar.

jueves, 21 de octubre de 2010

Supongamos que Jesús existió:

Era un mentiroso y sinvergüenza
dañaba los puestos de mercado
y decía ser casto y puro, más su novia
era una prostituta engañada a la
cual no pagaba sus favores.

Andaba con ladrones y usureros
más decía eran hombres de bien:
demagogo, monárquico, sucio,
atrevido, marrullero, déspota,
asesino, enfermo, depravado,
masoquista, tartufo, morboso.

Lo mataron en una cruz,
le hubiera dado un infarto…
humildes somos usted y yo que
a nadie mal hacemos y no
decimos locos a los demás.


Humilde no fue Jesús al decir
que era el hijo de dios y
el rey de los judíos, si los
 segundos son como él y
dios nunca existió.

viernes, 8 de octubre de 2010

dios

Creía hablar con él, pedía en la mañana en la noche agradecía
aquél hombre presentaba su amigo  a miles de personas todos los días
su amigo imaginario, el cual esas personas también decían ver
no estaban locos, ni él ni ellos por creer aquella fantasía
pero su rito era cotidiano y siempre se reunían a hablar con él.