domingo, 4 de octubre de 2015

3 a.m.

Rodeado de mil personas a la vez, intentando abrirse paso por la sudorosa multitud que se mueve para un lado y para otro dependiendo quien sabe de qué, empuja, grita, pega, se queda sin aire… maldita la hora en la que entró a aquel extraño bar.

Se abre paso por entre baile y alcohol, se siente desconcertado y todavía no consigue llegar a la salida, pero, ¿es allí a donde desea llegar? ¿cuál es la diferencia de llegar a casa y quedarse en ese antro embriagándose?


Ninguna, pues Katalina no se encuentra en ninguno de los dos lados y además vive con su papá y su mamá, está condenado a una noche de soledad en la cual sus sueños son su esperanza y su tortura por poder verla.

sábado, 3 de octubre de 2015

El ebrio



Necesitaba alcohol para tomar valor, es un cobarde, un imbécil que no es capaz de decirle lo que siente por miedo a ser rechazado, una, dos, tres, cuatro cervezas en la mesa y son todas de él, se ríe, habla duro, es un maldito ebrio que no sabe ni donde está.

No está sólo, nunca lo estuvo, ella se ha hecho responsable de él al sentir lástima por su deplorable estado de embriaguez, lo lleva de un lado a otro para ver si retoma un poco la conciencia, le da comida y él a duras penas se la puede meter a la boca, da asco.


Caminan juntos hasta la casa de ella, el ebrio ya se puede sostener sólo pero no deja de tambalearse, su objetivo cambió hace mucho tiempo, ya no le quiere decir nada, así lo sienta, ahora solo busca más licor para ahogar su cobardía.