Últimamente odio las 3:30 de la
tarde, aunque en noticias vi que ese formato horario ya no se usa sino que debe
decirse las 15:30 (mil quinientas treinta como diría Pedro Galindo). A esa hora
vi que la materia Teorías del Poder me había quedado en 2,9. Pienso una y otra
vez en viajar o no a Ibagué, me decido y lo hago, tomo mis 2 maletas y me monto
en un transmilenio rumbo al terminal del
sur.
Es impresionante ver tantos
contrastes en solo media hora, la vecina del segundo piso que da la vida por la
espuma esa mal hecha que tiene de perro o perra apenas salgo, 10 minutos
después pasar por la trece y ver a los habitantes de la calle prendiendo fuego
para el calor, empezaba a llover. Pienso en cada una de mis notas, cada
porcentaje, cada decima, centésima, milésima y luego plas! recapacito, no es un
velocímetro ni nada por el estilo, es la academia, es el logro no cumplido, es
la decepción no solo para mi mamá y mi novia que son las personas que más me
importan, es la decepción conmigo, la decepción que debe haber sido para el
profesor aunque, éste ya debe estar acostumbrado a que l sus estudiantes
reprueben sus materias, ya me había pasado una vez en Siglo XIX y pensé que
este podía ser el desquite, no lo fue, triste historia la que me acompaña de
nuevo al igual que la vista de la calle, es evidente que afuera es horrible,
sin embargo dentro de mí siento que es peor.
Recuerdo el inicio del curso,
salimos de clase y Múnera nos preguntó: “¿cómo vieron la presentación del
curso? Esto es diferente a siglo XIX. Hay que trabajar” y se rió de una manera
que lo único que expresaba era la satisfacción de dictar la materia. Hobbes al
principio, Spinoza después, no entendía absolutamente nada, los ensayos no supe
hacerlos sino hasta el último que entregué. Mal hice en escoger esa porquería
de tema pensaba, John Lennon y el Poder… recuerdo haberle dicho al profesor que
el tema me apasionaba, de hecho no me importó seguir derecho haciendo los
trabajos ni leerme los 3 libros base que utilicé para los mismos, mucho menos
me importó escuchar gran parte de la discografía de Lennnon con Yoko tanto con
The Beatles, de hecho han sido trabajos que he disfrutado haciendo y que
lastimosamente hice mal pero a la mierda: lo disfruté.
Estoy a punto de llegar al portal
del sur y veo un par de chicos brillando el marco de sus bicicletas, lo primero
que pienso es: par de ratas, alistándose para robar.[1]
Hago cuentas una por una, 13% mas 13% y formo el 100% de todos los trabajos
entregados, reseñas, ensayos, mal desde el principio pero con un ánimo que me
invitaba a seguir la materia, paradójicamente Luhmann me hizo sentir que tenía
una oportunidad de pasar la materia, luego de recibir un 2,3 y luego un 2,5
hice cuentas en casa sobre la nota del siguiente ensayo, la siguiente reseña y
el parcial oral final, todavía había una oportunidad de pasar, dado mi pasado
examen oral con Múnera en el cual me dijo leguleyo aterricé y pensé que no soy
bueno para estas pruebas, menos necesitando nota, ya había tenido el final con
Novoa y con Diego Hernández y lo había conseguido, sin embargo es diferente
tener la presión de querer conseguir una nota y no saber cuál es. Quería un 3,7
en el final, sabía que con eso tenía altas probabilidades de pasar.
Lo olvido todo por un momento, es
hora de buscar pasaje para Ibagué, es viernes y son casi las 5, maldita hora
pico, maldito tráfico bogotano, maldito terminal que siempre tiene fila.
Afortunadamente conseguí pasaje rápido y mientras la kia[2]
daba la vuelta miré el cementerio, recordé que 3 días antes había tenido aquel
examen oral y en la noche me pasaron una canción que desde ese día he tenido en
la cabeza y me recuerda la impotencia y la decepción, la decepción para conmigo
mismo que no dejo de tener pero que me anima y me desanima “Let the wires Ring”
de Will Oldham.[3]
Que alegre es la música triste, Jim Morrison decía que el dolor es lo que nos
hace sentir vivos. Maldita sea, sigo pensando en música, Morrison, ¿acaso
Lennon me ayudó? ¿Por qué habría de hacerlo? mal del hombre es quitarse sus
responsabilidades y querérselas dar a los demás, ya sea que estén vivos,
muertos o no existan.
Estoy llegando al segundo peaje y
la situación no cambia, nota por nota, trabajo por trabajo y luego pienso: sigo
con el sin sabor del examen oral, a veces es mejor mentir, quizás si no hubiera
demostrado mi miedo en el parcial, mi necesidad, quizás si hubiera dicho que
duermo bien, quizás, quizás, quizás, quizás nada, ya lo hice y fue evidente mi
decepción a la hora de escuchar la nota, aquella chica que patinó en la segunda
pregunta 4,7 creo, Carlo 3,5 y yo 3,2. En ese momento sabía que el posible 3,1
o 3 se había ido a la mierda, pero cuando pregunta el profesor “¿escuchó su
nota?” –sí señor. Salí casi inmediatamente de la Universidad a hacer cuentas
con Carlo y él sabía que la había perdido, yo guardaba hasta el martes un
pedacito de esperanza, luego de desayunar una cerveza pensé de nuevo (como lo
hice en el peaje de Chinauta o Silvania lo que sea) en mis respuestas, pensé
que no habían estado mal, creí que iba a sacar más que Carlo y él creyó lo
mismo, hasta pensamos que las notas estaban trocadas.
Me quedé dormido casi hasta
llegar a mi destino y no fue sino hasta entonces que volví a pensar en ese 2,9.
2,3+2,5+3,4/3=2,7 esa fue la forma de sacar mi última nota y la nota en sí,
lastimosamente iba en acenso, tanto en las reseñas como en los ensayos, de 2,3
a 2,5 bueno, algo, algo, un poquito más de elaboración, en algo mejoré y así
iba, quizás una mala palabra, un concepto mal utilizado, no soy amigo de las
teorías y es paradójico en las de la Administración Pública donde no aprendí
todo lo que aprendí en Poder, sin el 30% tenga la misma nota. Ambiguas son las
matemáticas en medio de su exactitud, 0.54 en ese 13% final, con 0,55 tendría
un 3, pero así como hago esa cuenta a mi favor podrían hacerse las cuentas al
revés, 3,5=1,1. No quise matarme la cabeza y pensar en mi probable 2,94 o 2, lo
que sea que de menos que no quiero y me niego a pensar, 2 es 2 y es
insuficiencia en un sistema de calificación numérico. Sin embargo no sé qué quiero,
no sé por qué escribo, no sé si quiero o no lograr o alcanzar algo con esto,
quizás (de nuevo el quizás) es una forma de expresar mi inconformidad frente a
algo y mi impotencia a la vez.
Hay algo que no logro entender y
es que no sé si siento felicidad o no de ver Teorías del Poder de nuevo, desde
la primera semana comenté con una compañera: parcera a mi no me disgustaría ver
la materia de nuevo, está una chimba (existe la posibilidad de ir como
asistente y aunque ella canceló, decidí demostrarme que sí podía pasarla). La
incertidumbre ante esa posibilidad es una sensación rara, esto aunado a la
impotencia de hacer que el tiempo pase más rápido para acabar el siguiente
semestre y el que viene. En la últimas clase a la que asistí tomé apuntes sobre
Foucault y uno de ellos decía:
Ambivalencia del sujeto:
-encuentro de subjetividad, el
que sujeta.
-aquel sujetado y producido por
las relaciones de Poder.
-sometido a su propia identidad.
*Emanciparse de la propia
identidad es lo más hijueputa!
Desde que se explicó eso en clase
¡ah mierda! Nunca antes unos apuntes me habían dado tantas vueltas en la
cabeza, qué han hecho y he hecho de mí, no sé ni siquiera qué quiero en estos
momentos, no sé qué quise en el bus, en el parcial, en el semestre, la vida es
una contingencia. “whit all
this fever in my mind… oh where do my bluebird fly”
[1]
Luego de que me hayan robado 2 veces en bicicleta y personas tan similares me
he negado al análisis, me dan miedo y por eso desprecio a quienes usan saco
grandote, bicicleta cross generalmente cromada y una cachucha o “vasca tres
pisos”.
[2]
Solo había de estos buses para Ibagué, $5000 más caro que la van pero iba
cómodo y llegaría rápido.